
Esta noche solicito que vengas a mi y que me lleves solemnemente a lo más denso del centro del universo, que algún día descubrí que se encontraba entre los viajes intergalácticos recorridos en los dos. Solicito que entres debajo de mi puerta y te mezcles con los rubíes desesperados que he dejado por el suelo, para que los lleves en tu pecho y decores los mios al posarte en él.
Esta noche necesito que vengas a mí, y susurres a mi oído que ya estás ahí, al ritmo de la lluvia, con el compás de tu bomba que late efervescentes deseos por escurrirte entre mis sábanas y descubrirme perfecta otra vez. Deja que mis manos te guíen por mis cabellos sueltos frescos de aromas a hierbas, que recorran mis mejillas y cuello para que las sigas hasta donde terminen de acariciar mi piel sedienta de calor y de tí, que te toquen sutilmente para tomarte y llenar el vacío que tengo, pausadamente, con mis labios y con mi ser.
Esta noche te exijo que vengas a mí, pues no quiero volver al ayer para sentirme inundada de nada, en el centro de la incertidumbre y simplicidad de mi habitación, en la oscuridad y el ambiente que reclama tu presencia, pues la sábana está fría y aferrarme al sustituto ya no es lo mismo después de mucho más de ciento cincuenta horas de tu ausencia y lejanía.
Esta noche de lluvia, sólo quiero que... vengas a mí, por lo menos a escudriñarte entre mis sueños, sentirte a mi lado con mis pestañas en tus labios y tu respiración en mi frente, tratar de que hasta mi último pedazo de piel toque la tuya para luego llenarme de tu protección y calor, mezclarme hasta el tibio amanecer.
Son tantas mis ansias de sentirte que esta noche te ruego, desesperadamente, que vengas a mí... que estés aquí.
Esta noche necesito que vengas a mí, y susurres a mi oído que ya estás ahí, al ritmo de la lluvia, con el compás de tu bomba que late efervescentes deseos por escurrirte entre mis sábanas y descubrirme perfecta otra vez. Deja que mis manos te guíen por mis cabellos sueltos frescos de aromas a hierbas, que recorran mis mejillas y cuello para que las sigas hasta donde terminen de acariciar mi piel sedienta de calor y de tí, que te toquen sutilmente para tomarte y llenar el vacío que tengo, pausadamente, con mis labios y con mi ser.
Esta noche te exijo que vengas a mí, pues no quiero volver al ayer para sentirme inundada de nada, en el centro de la incertidumbre y simplicidad de mi habitación, en la oscuridad y el ambiente que reclama tu presencia, pues la sábana está fría y aferrarme al sustituto ya no es lo mismo después de mucho más de ciento cincuenta horas de tu ausencia y lejanía.
Esta noche de lluvia, sólo quiero que... vengas a mí, por lo menos a escudriñarte entre mis sueños, sentirte a mi lado con mis pestañas en tus labios y tu respiración en mi frente, tratar de que hasta mi último pedazo de piel toque la tuya para luego llenarme de tu protección y calor, mezclarme hasta el tibio amanecer.
Son tantas mis ansias de sentirte que esta noche te ruego, desesperadamente, que vengas a mí... que estés aquí.


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