...pero siempre se trata del mismo pedazo de gente...

De extraños animales y viceversa

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El niño juega con tierrita en el patio improvisado de su casa, mientras su madre le aconseja que cuide de tocar animales, en especial insectos raros, pues ella sabe la afición de su amado pequeño por esta clase de criaturitas de Dios. El niño sigue escarbando y escarbando, pensando y pensando, dandole vuelta y vuelta a la misma pregunta: ¿Cómo saber que un insecto es raro? piensa el ingenuo picarito. Entonces, hace una comparación, la mejor que ha podido concretizar luego de haberle pateado el culo a Juanito que le tiró un pedo en la cara. Ha recordado pues, que su madre le dice siempre que se va a la escuela, que no hable con personas extrañas, que no cruze ni media palabra con individuos que no conoce o con los que nunca ha hablado ni visto en toda su corta vida, y demás logas que la criaturita escucha por eternos minutos todos los dias. Pero ¡Oooh dilema! Para él, reconocer quiénes son éste tipo de gente le es complicado.

Personas extrañas... sí, personas extrañas con insectos extraños. Le es complicado, sí. Él ama a todos los animales, más que todo a los insectos porque le encanta conocerlos y quitarles las patitas una por una, halarle las alitas hasta que se desintegren en sus dedos, puyarles los ojitos para ver que tienen adentro o practicarles una especie de autopsia en vida, observando si es verdad que poseen un motorcito en el culito que los hace volar. En fin, para él nunca existirán extraños sino nuevos por conocer. Entonces, ¿Qué es lo que pasa con las personas desconocidas? si no les da chance de saber como son sus movimientos al sacarles un dedo o al arrancarles los pelos, será aburrido intentar conocer a alguien a quien se quiera presentar; o peor aún, esas personas pueden saber mucho más de cómo mutilar sin dolor y demás artes sobre este pasatiempo. Empieza a creer que el conocimiento es casi limitado y privilegiado a la vez, pues sólo pocos y extraños tendrán acceso a él, menos esta criaturita inquieta, porque ¡aaahhh!, su mamá le ha dicho que no lo haga. Si sigue atendiendo ese consejo, dará por hecho que nunca querrá conocer a nadie y la verdad es que eso no le parece nada interesante.

Decidió entonces terminar con esta duda: decidió que los animales raros serán entonces los que se parezcan a su abuela Grinefa, que tiene una berruga del tamaño de una papa que impide que su voz sea clara o al menos distinguible al de un mugido de vaca, porque ninguna abuela suele tener esa especie de cosa fea colgando de la nariz como la suya lo tiene. Ella sí que debe ser extraña, pero de alguna forma inconsciente, ha planeado puyarle tal berruga para saber si lo que lleva adentro es agua o pus o gusanitos que saldrán volando. Le da risa y disfruta tanto con su curiosidad al imaginar el momento que ha soltado una pequeña carcajada.

Sí, casi ningun animal ni persona se parece a la Grinefa. Por todos los demás, sabe que si se parecen a él, nadie será extraño. Él pone atención en sus clases de ciencias naturales y de religión, donde la maestra le dice que todos tenemos los mismos órganos y que Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Obviamente la Grinefa ha sido un desperfecto, que luego será reparada.

De ahora en adelante sabe perfectamente que lo prohibido por su madre siempre le parecerá prometedor, al igual que aquella rana de tres ojos que va saltando cerca de aquel barranco donde se fue la tunca.

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Pase adelante

Permítase pajarear (o revolotear, o renunciar... dependiendo del personaje) un rato con mis debilidades que de vez en cuando ozan en ser un poco exóticas, más allá de la realidad pero con la verdad que estos ojos miopes logran ver. Relájese y dese gusto haciendo nada más que leer lo que yo quiero que usted lea. Siéntase como en casa.

La que renuncia

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Individuo complicado ó llámesele mujer con casi dos décadas de vida. Muestra relativa pasividad respecto a su espacio personal, así que aténgase a las consecuencias y rece "De las aguas mansas..."

Los que ya pasaron renunciando

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